jueves, 6 de enero de 2011

CUANTO QUISIERA DECIR, TE QUIERO.


Estando solo en esta habitación, hoy pienso que es una inmensidad. Recorro con la mirada cada rincón, cada espacio que añora tu presencia. Sé que no fui bueno contigo, que te golpee interminablemente el corazón y tus sentimientos. ¡Solo aquí!, sintiendo tu presencia y no estás físicamente conmigo.

Como dice Neruda, me sobra la mitad de mi cama pero me hace falta la mitad de mi alma. Esa mitad que eres tú. Sentado sobre la cama, observo con tristeza el espacio izquierdo de nuestro lecho de amor. Espacio que ocupabas tú. La almohada aún preserva tu exquisito aroma a rosas, te recuerdo y lloró por ti, chiquita.

No sé si vivo por simple inercia, o por el cuerpo aun aguanta. Es difícil seguir de pie, mientras mi alma cae hondamente en torbellino oscurecido. Tú que me enseñaste amar cuando se puede, porque la vida es una, se va y no vuelve.

¡Sabes!, mientras me miro frente al espejo, siento como tus brazos envuelven mi dorso desnudo. Siento el roce de tus labios, al besar mis hombros de un extremo al otro. Es exquisito, siento una energía indescriptible. Tú aroma, tus suaves manos al acariciar mis brazos  sobre el roce de mis bellos.

Muchas veces, doy vuelta pensando que estas allí. Con  quiméricas ganas de encontrarte frente y besarte. En innumerables ocasiones, eh soltado en llanto mis ojos al no verte aquí, junto a mi.

Todo en la vida tiene su porque, su razón de ser y debemos aceptar, dice en la Biblia. Que caminemos hacia Díos, que el reparará sentimiento de tristeza o angustia; pero aun no encuentro solución.

A veces solo desearía caminar y que no sé. Quisiera que terrible hecho de muerte, pasase a mi cuerpo descompuesto de ganas de vivir.

Y es que por donde voy, tu presencia está. Tomó un capuchino Caprio, y el sabor a canela me recuerda tu cuerpo. Las veces en que nuestros cuerpos y almas, cual homogénea amalgama candente se amaron inacabablemente.

Hoy que no estás, mi corazón se a convertido en un poema triste de amor; sin odio receptivo, sin mirará que lo leyera, sin alma que lo entienda.

Y es que tu muerte en mi prendada ha quedado. Te extraño, te quiero y sin poder decirte.
Vos que nunca me creíste tal querer, si vieras como sufro. Si supiera cuanto de ti extraño. Si pudiera poder tener una ultima oportunidad. Cuanto quisiera poder decir, te quiero. 

Enrique Zurita Proaño.

No hay comentarios: